Austoestima es uno de esos términos psicológicos que tiene tantas acepciones como autores. Tras décadas de publicaciones científicas, programas de inteligencia emocional y libros de autoayuda que prometen conquistar el mundo y parte del universo conocido a golpe de actitud y amor propio, lo cierto es que aún estamos lejos de un consenso en cuanto a su definición y funcionalidades.
Sin embargo, parece que hay varios puntos claros en común:
1.- Hay diferentes clases de autoestima. Podemos hablar de una autoestima global, de cómo nos sentimos en general, sumando aquellos roles y áreas vitales en las que nos desenvolvemos. Y por tanto de otras específicas precisamente al deconstruir la genérica: padre, trabajador, amigo, jugador de baloncesto…
2.- El peso de cada autoestima específica sobre la global, varía. Exacto, no todas son igualmente importantes. Cuanta más carga emocional, simbolismo y vínculo tengamos con la misma, más influirá en nuestro estado general. No es lo mismo jugar un mal partido de baloncesto echando una pachanga con los amigos que al ser un profesional de la ACB.
3.- La autoestima fluctúa. De un día a otro e incluso de una hora a otra. No es extraño que un día nos levantemos con un gran estado de ánimo y al día siguiente, sin motivo aparente nos sintamos incapaces en general. Tendemos a pensar en al autoestima como en algo estable, pero varía según el feedback externo de nuestro entorno y nuestros propios pensamientos, conscientes o soterrados, ese diálogo interior al que estamos acostumbrados. Unas personas utilizan estrategias cognitivas más efectivas para tener cierta estabilidad, mientras que otras son auténticas montañas rusas emocionales.
4.- Tener un nivel máximo de autoestima no es lo mejor. Sí, vale tenerla alta indudablemente es bueno, pero tampoco demasiado alta. A menudo, una autoestima aparentemente muy elevada es un reflejo de una inseguridad latente que necesita ser satisfecha. Por ejemplo, un narcisista puede tener sentimientos muy reforzantes hacia uno mismo, pero en realidad forma parte del maquillaje emocional protector y por lo general será muy vulnerable a críticas e incluso pequeños comentarios que puedan cuestionarlos. Un ego desmesurado o una seguridad absoluta pueden ser reflejo de unos cimientos que necesitan ser reforzados, pero no desde esa manera.
5.- La autoestima no está relacionada con el atractivo físico. Estudios científicos han demostrado que personas con baja autoestima son considerados igual de atractivos que personas con un valor alto. Sin embargo, de una forma secundaria sí tiene que ver en cuanto a cómo te presentas, desde tu forma de vestir a la seguridad y cómo te expresas ante los demás. Todos tenemos ejemplos de esto en nosotros mismos.
6.- Las personas con baja autoestima son resistentes al feedback positivo. Un buen signo de que nuestra autoestima está un poco tocada es un cuando rechazamos sistemáticamente todo cumplido o buena crítica que nos llega. No estoy hablando de la humildad, sino de cuando nosotros mismos buscamos los argumentos más peregrinos para tirarlas abajo. O las tiramos abajo sin más, llegando incluso a dudar de la credibilidad del que nos refuerza.
7.- Las afirmaciones positivas hacen que la gente con baja autoestima se sienta peor. Todo este boom del pensamiento positivo porque sí tiene sus peligros. Cuando nos sentimos débiles, inseguros o incapaces, recitarnos sin parar ciertos pensamientos que nos recuerden cuál poderoso y capaz podemos llegar a ser no hará más que hacer más patente cuán lejos estamos de ello. Y conseguir el efecto contrario. Por ello la limitación de la literatura de autoayuda y la eficacia de técnicas como la reestructuración cognitiva, donde se sustituyen pensamientos irracionales limitantes por otros potenciadores, sí, pero tras un proceso de cambio guiado y dentro del sistema de creencias de la persona.
Por desgracia, esta clase de afirmaciones positiva funciona para personas con buena autoestima, pues vienen a reforzar algo que ese alguien ya sabe y, por lo tanto, es coherente con su esquema actual de creencias.
8.- La mayoría de los programas de autoayuda no funcionan. Hay muchos estudios que demuestran que la autoestima de la mayoría de la gente que utilizan únicamente libros de autoayuda para aumentar su autoestima, realmente no cambia después de seguir sus métodos y programas.
De hecho, lo que se observa es que los practicantes de estas técnicas distorsionan el recuerdo de cómo se sentían en un comienzo, de modo que su autoestima de partida más baja de lo que en realidad estaba y así pueda constatarse un aumento de la misma. Este fenómeno se explica por la disonancia cognitiva: para seguir manteniendo que esas técnicas funcionan, distorsionamos la realidad para que encajen con esta creencia.
9.- Una alta autoestima actúa como un sistema inmunológico emocional. Cuando nuestra autoestima está a un buen nivel, somos más resistencia al estrés y la ansiedad, toleramos mejor rechazos y fracasos y nos recuperamos más rápido de los reveses. Tiene mucho que ver con esa famosa resiliencia. Una sana autoestima es un excelente sistema de prevención emocional.
10.- La mayoría del daño que sufre nuestra autoestima es autoinfligido. Perfeccionismos, autoexigencia desproporcionada, sentimientos de culpa… por desgracia muchas veces somos nuestro peor enemigo sin darnos cuenta. Respondemos a nuestros errores con autocrítica destructiva, listando nuestras faltas al detalle a la vez que omitimos o damos por supuestos los aciertos y, en general, haciendo leña del árbol caído. El odio por ciertas partes de uno mismo nos puede llevar a una de las creencias limitantes más insidiosas: el no merecer lo bueno, el merecer todo lo malo que nos pase. Cuidado con esto en el diálogo interno
*Fuente: www.psychologytoday.com